Inspiration

viernes, 27 de febrero de 2015

¿No les da miedo lo rápido que pasa el tiempo? La cantidad de recuerdos que somos capaces de almacenar en unos minutos: una mirada o un roce de mejilla pueden ocupar lo mismo que dos semanas encerrada. Y es tan efímero. A mí por eso me gusta ir archivándolo todo en una libreta y añadir las anotaciones sobre lo último que recordamos de cada noche. Nos hemos esforzado por mantenerlos, cuidándolos por encima de nuestras posibilidades para que sirvieran de base a lo que, en un futuro, se nos pueda olvidar. Pero fíjate, ¿y todo lo que etiquetamos al dorso de esos recuerdos? Un olor, el sonido de su voz, el roce de sus zapatos por el pasillo de casa, identificando su estado de ánimo en función de la rapidez con la que un pie procedía a otro, se me ha ido olvidando. Se me deshace de entre los dedos y pasa a convertirse en un deseo incontrolable de retroceder en el tiempo; y no para aprovecharlo de una forma diferente, sino para robar un poco de ti y guardarlo conmigo. 


Al principio, aceptar que cada minuto suma, al compás en el que tú te alejas, es fácil de asumir. Es como entrar en guerra con una coraza. No importan los golpes más fuertes si no eres consciente de ellos.

Pero no es tan sencillo. El miedo es aquello que sientes cuando te das cuenta de que tienes algo que hacer. Sí, esa incomodidad de orgullo y la respiración entrecortada. Esos somos nosotros, tú, yo y ellos. Todos; cuando nos damos cuenta de que a la próxima, tengo que arrancarle una última sonrisa. Pero no para disfrutarla hoy, para mañana. Y para todas los próximos días en los que me dé cuenta de que no estás. Y no te hablo de ser atrevidos, ni de lanzarnos a decir cómo nos sentimos sin escondernos. Eso lo dejo para cuando todavía no tenga que aferrarme a una fotografía para poder hablar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario