Inspiration

sábado, 9 de mayo de 2015

Cuánto me gusta pensar en alguien con la certeza de que, esa persona, también estará pensando en mí en ese momento. Instantes de felicidad; que capturamos en silencio y que duran para toda la vida. Sin saber qué motivos nos habrán llevado a esa conexión mental a distancia, el tiempo ha manipulado de las suyas para que las arenas del reloj se bloqueen si no estamos juntos. Y parecen pactos del destino que los dos hayamos tenido que pasar por tantas casualidades para darnos cuenta de que del mismo modo que nos reíamos de ellas, íbamos juntando las manos. Con o sin diagnóstico determinado, a este vacío se le llama echar de menos. Apurar cualquier tarea para engañarnos y pensar que así las horas pasan antes. Vuelan. Como volamos cada vez que me robas un beso; o lo ganas.


Debates a las 4 de la mañana sobre qué es el amor. Lo poco que el mundo hubiera evolucionado de no estar conectados a esta maquinaria de afecto tan potente, que revoluciona el mundo. Que la ingeniería más compleja es la del circuito de los sentimientos. La única ciencia sin fórmula exacta, pero la que responde a cualquier ecuación. Sin la que podríamos haber avanzado años, pero sin la que no valdría la pena experimentar. Y que hasta los personajes inalcanzables están conectados por la misma debilidad que la nuestra. La de mirarse y derretirse. La del éxtasis emocional cuando pronuncias las palabras mágicas que activan cualquier corazón de este planeta. Reivindico el amor sin vergüenza. Puedo decir que estoy viva y respirar, porque tengo satisfechas todas mis necesidades biológicas; pero uno no está realmente vivo si no siente en sus entrañas ese afecto que llamamos enamoramiento, cariño, aprecio, adoración, respeto hacia el otro. La vida se puede vivir de muchas maneras, yo prefiero vivirla enamorada de alguien o de algo, o de las dos cosas a la vez.

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