Inspiration

lunes, 15 de junio de 2015

Ellas son lo más bonito que ha conocido Madrid; las sesileidis que alegran las noches de la Nuit y los días en Atocha; los cuatro soles que han amenizado estos fabulosos cinco meses en la capital; las resacas mejor acompañadas por un desafinado saxofón en el Reina Sofía, y los primeros nombres que susurrar ante cualquier situación: sean lágrimas o risas. Hoy quiero brindar por el simple hecho de contar con ellas, porque muy pocas personas tienen esta suerte. Independientemente de nuestras diferencias; eso es lo que nos hace ricas. Y quiero agradecerles el haber estado a mi lado, siempre. Dispuestas a una mesa redonda en el Burger King que nunca llegué a conocer; a coger comida prestada de frigoríficos ajenos; a cantar en el metro y avergonzar al que nos rodee; a reírnos; reírnos de nosotras y de lo bien que se nos da ridiculizarnos. Lo valioso de estos meses es que aun estando lejos de casa, el vacío que marca la distancia ha quedado embaucado por amor, cariño, y sobre todo amistad. Me muero de pena. Por tener que compartir con la distancia nuestras aventuras y no tener otro año donde poder comernos la ciudad. Sin embargo, me invade la certeza de que por mucho que nos alejemos o nos perdamos, siempre vamos a volver a nuestro punto de partida en cuanto toque reencontrarse. Y las voy a echar de menos, no porque sin ellas todo vaya a ser más difícil, sino porque con ellas me sentía viva. Feliz. Y les debo la mayor parte de mis sonrisas. Por sacármelas, por cuidarlas. Hoy brindo por el orgullo de poder decir que tengo a las mejores amigas del mundo.

 Qué será de Madrid, sin nosotras cinco

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