Inspiration

domingo, 26 de abril de 2015

Con cuántas personas estamos y con qué pocas somos. Lo habré leído unas mil veces. Es como un aviso para que te prepares a ser o no ser. A decidir qué personas merecen conocer tu cabezonería, y quiénes seguirán pensando, durante el resto de sus vidas, que solo eres una sonrisa amable más. No sé si eso se convierte en privilegio o castigo. El caso es que contigo me pasa que se me pasa todo. Que me da igual que no quieras ser, completamente tú, yo contigo siempre soy. De la forma más pura. Aunque ello, en ocasiones, pueda terminar por irritarnos. Porque no hay cosa que más me fastidie que darme cuenta de lo desarmada que estoy ante ti. Y lo sabes. Por eso nos retamos a batallas perdidas durante horas. Porque me haces feliz. Porque sabes sacarme esa sonrisa, que aparece de cualquier forma, por cualquier cosa. De esas que si no es porque las experimentas, parecen innecesarias.


Pero, ¿quién nos dice a nosotros que estamos haciendo las cosas bien? Quién nos asegura que la brevedad de tu visita se nos hará eterna. Que las mañanas más efímeras durarán 25 horas y que los peores días serán como hoy. A qué tienes que aferrarte cuando tienes que saltar del avión y la caída es tan larga. Todas las aventuras y decisiones importantes conllevan ese gran salto de inexperiencia. Ese miedo del que hablamos, por si en el momento de escondernos del golpe, el paracaídas no abre y nos hemos dejado los recursos por el camino. Creo que creer es lo más poderoso que tenemos. Creer en que podemos. O creer en que creemos que podemos. Que lo hagamos como Neruda, sin reflexionar, inconscientemente, irresponsablemente, espontáneamente, involuntariamente, por instinto, por impulso, irracionalmente.

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