Inspiration

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Me asusta la velocidad con la que el tiempo me chantajea. Ya no le da miedo correr y permitir que entre la noche y la mañana, no haya más que un parpadeo. Porque, de verdad, fueron dos veces las que abrí los ojos; y en la segunda el sol ya entraba por la ventana. Y por no volver la lista finita, me asusta no pararme en cada suspiro. Que todo sea tan predecible. Escucha, vamos a sentarnos a hablar y pensemos en lo que estamos haciendo. En cómo, otra vez, los tópicos más comunes salen a nuestro encuentro para descentrarnos la mirada de la tentación.
Dicen, los que hablan, que mejor prevenir que curar, ¿no? Pero cuando la oportunidad de disfrutar se antepone al posible dolor que te pueda causar esa herida, ¿cuánto pesa el tiempo que tengas que invertir en curarte? Y es que simplemente hay momentos, oportunidades y hasta incluso personas, por las que merece la pena no prevenir. Y ya si eso, después, cuando no quede más a lo que aferrarse, curaremos el deseo. Esa cicatriz de ganas de más. De acelerar y que pasen mil noches y un solo día. De saltarnos el semáforo en rojo. Esos siguientes 100 días de cura en los que no podrás dejar de sonreír por haberte equivocado. Conmigo.

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